REQUISITOS PARA PUBLICAR ARTÍCULOS DE OPINIÓN
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Manifiesto en Defensa de los Empleados Públicos.
David Acosta Baños
Redactor de informativos de Radio León Cadena Ser
León, 4 de diciembre 2012 (Plaza de Botines)
Antes de nada,
dar las gracias a los que hoy estáis aquí, una vez más, para defender vuestros
derechos, tan vilipendiados en los últimos tiempos.
Aquí estamos,
con el frío invierno de la crisis, que continúa con sus devastadores efectos, dejando
los bolsillos congelados, y los ánimos, temblorosos. Porque a estas alturas de
la película, algunos comienzan a cansarse de las protestas. Dicen que no sirven
para nada, una idea que, por supuesto, comparten aquellos que suspiran por una
sociedad dócil y adormecida, que acepte su triste destino, sin rechistar.
Pero no
conviene desfallecer. No podemos desfallecer. Los periodistas somos testigos
cada día de la angustia, el enfado y la desesperación de hombres y mujeres,
atrapados en una escalera que desciende a los infiernos, perdiendo "pagas
extra", después el empleo, la casa, y quizá, hasta la vida.
Y en mitad de
la tormenta, un sector especialmente perjudicado. El sector público.
Congelaciones, y tijeretazos en las nóminas, incremento de la jornada laboral,
derechos que costaron sangre, sudor y lágrimas, que desaparecen en un
suspiro... La lista de agravios es casi interminable, con los funcionarios
abandonados por las administraciones, y con los ciudadanos, sufriendo los daños
colaterales.
Yo me pregunto:
¿la crisis está golpeando a los políticos? ¿O son siempre los mismos los que
tienen que pagar el pato? ¿Es realmente necesario atacar al sistema público y
sus trabajadores? ¿O algunos están aprovechando la marea, para privatizar
servicios, y colocarlos en manos de, "amigotes"?
La pasada
semana, funcionarios públicos que hoy estáis aquí, os vacunasteis, en la sede
de la Junta, contra un virus tan peligroso como extendido: la corrupción. Una
enfermedad que ataca, sobre todo, a aquellos que presentan una grave carencia
en sus niveles de "dignidad".
Lo dicho. Que
nadie desfallezca. Que nadie rehúya la pelea. Y si hace falta, brindemos como
lo hicieron los Rolling Stones en su canción "La Sal de la Tierra",
que dice así:
Brindemos por
las personas que trabajan duro,
Brindemos por
los humildes de nacimiento,
Brindemos por
la sal de la tierra...
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DISCURSO EMPLEO PÚBLICO.
Carmen Bayón Piedrabuena. Corresponsal RTVE en León.
León, 6-11-12
En primer lugar, como es tradición, daré las gracias a todos aquellos que hoy se han concentrado en defensa de los derechos de los trabajadores, en este caso de los trabajadores de toda la Sociedad que son los empleados públicos.
El otro día, mientras leía la última novela de Ken Follett sobre la Segunda Guerra Mundial surgió un tema de debate con mi hija. Ella me preguntó cómo fue posible que los alemanes apoyasen las ideas y las políticas de Hitler. A lo que yo le contesté que la lógica hay que buscarla en el contexto, en una Europa hundida en una gran depresión económica y en un gobernante capaz de crear riqueza y empleo en un momento así. Mi hija, ni corta ni perezosa sentenció ¡Claro, gaseando a seis millones de personas dejó muchos puestos de trabajo libres y eliminando discapacitados se ahorraba las ayudas a los dependientes!
LO RECONOZCO, ES UNA BURRADA pero me ha servido para atraer la atención y , a modo de metáfora, también puede serme útil para explicar la situación actual. Ya se sabe que como nos empeñamos en no repasar la Historia, estamos condenados a repetirla como si de las cuatro estaciones se tratase.
La Sociedad está en crisis. Si fuese un ser humano el médico le diagnosticaría Anemia. Lo que ocurre es que nuestros médicos son los políticos. Unos galenos que nos acusan de habernos alimentado mal, a base de pasteles y golosinas, pero, que en vez de recetarnos una dieta en la que no falte la carne y otros alimentos nutritivos, tienen la caradura de decirnos que no podemos comer mucho porque no hay dinero. Mientras, ellos y sus amigos los banqueros se dan verdaderos atracones a nuestra cuenta.
Es cierto que al lado de esas 180 personas que duermen cada noche en las calles de León, de las cerca de 800 familias que recurren al banco de alimentos, de aquellas casas donde hace meses no entra un sueldo o una prestación por desempleo y de los que han sufrido un desahucio.
Al lado de todos ellos, los empleados públicos estamos muy bien, porque al menos cobramos -eso sí cada vez menos- todos los fines de mes.
Sí a eso le sumamos que muchos de nosotros nos hemos ganado a pulso la fama del “vuelva usted mañana” y que cada vez que se ha convocado una huelga general es en la función pública donde el seguimiento es menor. No nos tiene que extrañar que a gran parte de la ciudadanía le cueste entender nuestras reivindicaciones e incluso sea partidaria de todos los recortes que nos está aplicando el Gobierno.
Lo verdaderamente malo es que el enfrentamiento al que nos empujan los políticos sólo les beneficia a ellos y a sus amigos los banqueros. Sobre la lona del ring ya no está el capital en un rincón y el obrero en otro. Ahora, nos peleamos entre los que tienen un trabajo y los desempleados, entre los que tienen un poco y los que no tienen nada. Esto con el agravante de que si a mí me despiden no contratan a otro en mi lugar sino que cargan con mi trabajo al compañero. Si a nosotros nos quitan la extra no la van a repartir entre esos desempleados que hace meses que no cobran subsidio.
Apretarse el cinturón, SI, Recortes, DE ACUERDO pero, para todos el mismo rasero y con carácter solidario. De momento, comprobamos que aquí la única solidaridad consiste en que a muchos trabajadores de distintos sectores les han quitado también la paga navideña porque los “funcionarios” no van a poder gastar y por lo tanto no se va a ingresar lo mismo que otros años.
Otra de las quejas que se repiten entre nosotros es la de “que no tenemos la culpa de unos malos gestores ni hemos de ser los que paguemos sus errores”. Pues lamento comunicaros que SI. SÍ somos los culpables, porque nosotros les hemos elegido y nosotros somos los que tenemos que exigirles y auditar su gestión.
En la Declaración de Independencia de EEUU, refiriéndose a los derechos de los hombres, se dice que “para garantizar estos derechos se instituyen entre los hombres los gobiernos, que derivan sus poderes legítimos del consentimiento de los gobernados; que cuando quiera que una forma de gobierno se vuelva destructora de estos principios, el pueblo tiene derecho a reformarla o abolirla, e instituir un nuevo gobierno que base sus cimientos en dichos principios.
Los derechos inalienables a los que se refiere el documento son la Vida y la Libertad –y esto lo redactó Jefferson en una plantación en la que jamás liberó un esclavo– para que veáis que política e incoherencia van muchas veces de la mano.
Pero había un tercer derecho, el derecho a la Búsqueda de la Felicidad y es contra este ambiente de desesperanza, que nos mantiene paralizados, contra el que de verdad tenemos que luchar. No podemos permitir el “enfrentamiento” entre los débiles sino procurar la unidad, No podemos permitir que políticos y banqueros se rían a carcajadas mientras a nosotros nos borran la sonrisa de la cara. Porque parafraseando a William Wallace “¡Podrán quitarnos la extra pero nunca podrán quitarnos la felicidad.
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Artículo leído por Teresa Martínez Arias, en la concentración de la Plaza de Botines el martes, 6 de noviembre de 2012.
BASADO EN UN ARTÍCULO DE VIÇENS NAVARRO. CATEDRÁTICO DE CIENCIAS POLÍTICAS DE LA UNIVERSIDAD POMPEU FABRA.
NO ES CIERTO, NO LO ES, que no exista ALTERNATIVA al modelo económico actual.
SI HAY ALTERNATIVA.
LA ALTERNATIVA ES:
EN LUGAR DE RECORTAR 6000 MILLONES A LA SANIDAD PÚBLICA. SE PUDO RECORTAR 5.600 MILLONES REVERTIENDO LA BAJADA DEL IMPUESTO DE SOCIEDADES A LAS EMPRESAS QUE FACTURAN MÁS DE 150 MILLONES AL AÑO, QUE REPRESENTAN SOLO EL 0.12% DE TODAS LAS EMPRESAS ESPAÑOLAS.
EN LUGAR DE REDUCIR LAS PENSIONES PARA OBTENER 1.200 MILLONES. SE PODRÍA CONSEGUIR 2.100 MILLONES MANTENIENDO EL IMPUESTO SOBRE EL PATRIMONIO.
O, HABER CONSEGUIDO 2.552 MILLONES MANTENIENDO EL IMPUESTO DE SUCESIONES.
O, EN LUGAR DE RECORTAR 600 MILLONES PARA LOS SERVICIOS DE DEPENDENCIA. SE PODRÍA REDUCIR EL SUBSIDIO PARA ENSEÑAR CLASES DE REGILIGIÓN EN LA ESCUELA PÚBLICA.
Y, FÁCILMENTE SE PODRÍAN CONSEGUIR 120.000 MILLONES CORRIGIENDO EL FRAUDE FISCAL, ALTAMENTE CONCENTRADO EN LAS GRANDES FORTUNAS, EN LAS GRANDES EMPRESAS Y EN LA BANCA.
Y, SE PODRÍA HABER OBTENIDO 66.000 MILLONES CORRIGIENDO LA ENORME REGRESIVIDAD DE LAS POLÍTICAS FISCALES.
SON POLÍTICAS QUE AFECTAN A LA CALIDAD DE VIDA DE LA CIUDADANÍA, QUE NO SE HAN VOTADO Y QUE NO VENÍAN EN LOS PROGRAMAS ELECTORALES.
SON UNA ATAQUE A LA DEMOCRACIA ESPAÑOLA Y MERECE UNA RESPUESTA CONTUNDENTE.
COMO LAS AYUDAS A LA BANCA, CUYO COMPORTAMIENTO ESPECULATIVO HA ORIGINADO LA CRISIS, QUE SUPONEN YA EL 10% DEL PIB, MIENTRAS NO SE HA PROVEÍDO NINGUNA AYUDA A LAS CLASES POPULARES QUE SON LAS VÍCTIMAS DE TALES COMPORTAMIENTOS.
400.000 DESAUCIOS LLEVADOS A CABO POR ESOS BANCOS A LOS QUE TODOS ESTAMOS RESCATANDO.
HAY UN ENFADO GENERALIZADO EN ESPAÑA. Y EXISTE TAMBIÉN UN AGOTAMIENTO QUE ESTÁ CONDUCIENDO A UNA RENDICIÓN, EXPANDIÉNSOSE LA PERCEPCIÓN DE QUE LAS MOVILIZACIONES NO SIRVEN PARA NADA. ESO NO ES CIERTO. OLVIDAMOS QUE DE 1974 A 1978 ESPAÑA FUE EL PAÍS QUE PROPORCIONALMENTE TUVO EL MAYOR NÚMERO DE MOVIMIENTOS POPULARES QUE HA HABIDO EN EUROPA EN LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XX. TAL AGITACIÓN FUE LO QUE DETERMINÓ LA TRANSICIÓN DE LA DICTADURA A LA DEMOCRACIA.
EL GOBIERNO ACTUAL, IGUAL QUE CUALQUIER GOBIERNO QUE ESTUVIERA EN ESTOS MOMENTOS GOBERNADO ESTÁ SIENDO PRESIONADO POR ESE ESTABLISHMENT CUYOS MIEMBROS E INTERESES NUNCA SERÁN ELEGIDOS EN VOTACIÓN POPULAR. POR ESO, NO HAY DUDA QUE UNA HUELGA GENERAL MASIVA QUE VA A COINCIDIR CON MOVILIZACIONES EN TODA EUROPA, TENDRÁ UN GRAN EFECTO QUE NO PUEDE IGNORARSE PUES DERRUMBA TODO EL ARGUMENTARIO QUE UTILIZA EL ESTABLISGMENTS, CUANDO SE PRESENTAN COMO PORTAVOCES DEL DESEO POPULAR.
HOY LA PROPIA EXISTENCIA DE LA DEMOCRACIA SE ESTÁ VIOLANDO. LA REDUCCIÓN DE DERECHOS ES CONSECUENCIA DIRECTA DE LA ELIMINACIÓN DE LA DEMOCRACIA, MEDIANTE LA APLICACIÓN DE MEDIDAS CARENTES DE MANDATO POPULAR.
**********************************************************************************La utopía del día a día
Los servicios públicos leoneses de antaño
Sabías que León, como todas las ciudades de antaño, estuvo mal dotada de servicios públicos. Las pestes diezmaban, con frecuencia la ciudad.
Lo primero que llegó fué la electricidad, otra nota curiosa a resaltar es que fué la segunda ciudad de España que la tuvo (lo que fuimos y en lo que nos hemos quedado, que diría aquel). En 1882 – 1886 se introdujo en la ciudad el alcantarillado con 1.990 metros de alcantarilla. En 1889 se terminaba la puesta en marcha del alumbrado eléctrico, había 359 focos públicos y 588 particulares.
Las aguas llegaban antaño a la ciudad por el Espolón en cañería de la que aun quedan restos. Por lo general era agua para las fuentes públicas. El siglo XVIII fue el siglo de nuestras fuentes ornamentales.
Hasta 1920 no aparece un intento serio de suministrar agua a la ciudad de León. Una empresa asturiana se hizo cargo de la concesión que el Ayuntamiento había entregado a un particular, para llevar a cabo las obras necesarias. Se constituyó así la sociedad “Aguas de León” en 1923. Llegó el agua en 1924 y en 1925 se comenzó a suministrar.
En 1951 el consumo de aguas en León era de 5.690.000 metros cúbicos de los cuales 2.251.000 eran de consumo doméstico, 276.000 industrial y 3.163.000 para las fuentes públicas. El número de abonados eran de 9.271 en doméstica y 392 para industriales.
La fábrica de penicilina tomaba el agua por medios propios y la electricidad se la suministran directamente Iberduero.
Así nacen en nuestra ciudad los servicios “públicos”, en la actualidad los políticos se han empeñado en privatizarlos, hasta conseguirlo de un modo u otro, parece ser que desconocen por completo la definición que da la R.A.E sobre su significado.
Post publicados en este blog, sobre historias de antaño de una ciudad llamada León:
- La construcción leonesa de antaño
Pincha aquí para ver una recopilación de 169 fotos antiguas de León.
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“Las víctimas propiciatorias”
Artículo de Elsa López en el Magazine Cultural de La Palma "El Alisio"
Es la costumbre. El poder, cuando se enferma, busca culpables para su enfermedad y habla de epidemias causadas por los otros. Jamás se verá a sí mismo como responsable. Por eso, en esta ocasión, ha encontrado la víctima propiciatoria a la que poder achacar los males que padece nuestro país: los funcionarios de la administración pública. Ellos son los culpables. Ellos deben ser ofrecidos en sacrificio a los dioses para calmar su ira. A ellos hay que castigar con más horas de trabajo y menos sueldo. Las pérdidas económicas no son causadas por los ladrones y sinvergüenzas del gobierno de turno, sino por el mal rendimiento de los funcionarios y es a ellos a quien hay que darles un castigo público ejemplar.
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Los signos externos del poder retratan a España como un Estado desequilibrado respecto a sus estructuras económicas
EL primer ministro de Finlandia, uno de los diez países con más renta per cápita del mundo, viajó la semana pasada a Madrid en un vuelo regular y en asiento de clase turista. La visita era oficial pero los dirigentes fineses no utilizan aviones privados, ni menos militares a no ser que se trate de una emergencia. Según informa ABC Jiri Katainen, que así se llama el colega de Rajoy, venía acompañado de un séquito de sólo cinco personas, dos de ellas policías. No tiene gabinete de colaboradores y fontaneros, como esos que en España rodean no ya a los presidentes sino a ministros, alcaldes y virreyes regionales; los papeles de trabajo se los prepara un equipo de funcionarios. Y el número de coches de protocolo de todo el Estado finlandés es menor que el de cualquiera de nuestras autonomías. No por la crisis ni por una especial política de austeridad: es así siempre. El dinero de esos gastos prefieren dedicarlo allí, entre otras cosas, a su modélico sistema de enseñanza.
A Katainen no le gusta demasiado que la UE preste ayuda financiera a un país en el que cualquier político menor, cualquier monterilla local, va escoltado de una tropa de asesores y pelotas a bordo de una flota de automóviles públicos. Tampoco es entusiasta al respecto Angela Merkel, que en su última visita a la Moncloa preguntó a Rajoy, un poco al desgaire, si era cierto que vivía allí; ella lo hace en un piso acomodado de Berlín. Los españoles tenemos suerte de que la Europa calvinista no siga con detalle el día a día de nuestra vida oficial e ignore, por ejemplo, que el presidente de la Junta de Andalucía -la región con más tasa de paro de la eurozona, a punto de pedir rescate al Estado- trabaja en un enorme palacio iluminado por suntuosas lámparas de seis mil euros la pieza. En esa Europa rica del norte el destino de los fondos públicos se mide con un escrúpulo moral tan estrecho como el criterio de los contribuyentes que los sufragan. Y no tiene buena prensa la teoría del chocolate del loro; en Alemania, en Finlandia o en Austria, los loros de la Administración comen alpiste.
Los signos externos del poder retratan a España como una nación desequilibrada respecto a sus estructuras económicas, y ese detalle resulta fundamental para la mentalidad septentrional europea. Si pensáramos en alemán, o en finés, nos extrañarían menos las reticencias a prestar un socorro que sirva para sostener un sector público desorbitado sobre cuya superflua dimensión hemos perdido la referencia. Sin una poda severa de esos privilegios carecemos de credibilidad para pedir ayuda a quienes hace mucho tiempo que se los recortan ellos mismos no por necesidad, sino por sensibilidad y por convencimiento. Por eso irrita tanto a los ciudadanos que algunos políticos insistan en que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades; porque está bien claro a simple vista quiénes lo han hecho.
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CANTO RODADO
LA IDEA DE QUE LOS SERVICIOS PÚBLICOS SON CAROS Y EL FUNCIONARIADO INÚTIL SE PROPAGÓ COMO LAS LLAMAS POR EL MONTE. HACE FALTA QUE LLUEVA; SIN INUNDAR
No es un cuento. No un cuento de Pereira, ¡qué más quisiéramos!, aunque en la guerra sucia contra los servicios públicos alguna vez sucumbimos al síndrome de Estocolmo como si se tratara de uno de Todos de los cuentos del mago del cuento. Secuestraron nuestro pensamiento y nos creímos el cuento de que los servicios públicos son caros; e inútiles los empleados y las empleadas de las administraciones públicas.
Mientras metían el dinero en la banca arruinada por la burbuja inmobiliaria nos dijeron que vivíamos por encima de nuestras posibilidades, bajaron el salario y los derechos de funcionarios y funcionarias; aumentaron su jornada laboral y despidieron a quienes no tenían plaza fija. Los que tomaban estas decisiones cobraban sueldos suculentos y sus amigos doble sueldo por el mismo trabajo.
Haciendo cola
No es un cuento. Empezamos a despertar del síndrome de Estocolmo cuando, después de que gastaran nuestro dinero en edificios faraónicos y laberínticos como el Hospital de León, cerraron plantas bajo el pretexto de que no hay demanda, mientras la gente enferma hacía cola para operarse. En los institutos y escuelas no sustituían al profesorado de baja por enfermedad.
Cerraron las aulas de Educación Secundaria Obligatoria en los pueblos y aumentaron la ratio del alumnado por aula en todos los niveles. A quienes tenían necesidades educativas especiales les dieron con la puerta en las narices y enviaron a Alemania a las generaciones más jóvenes.
No es un cuento. Subieron las tasas universitarias hasta situarse a la cabeza de Europa. En algo tenían que ir a la cabeza, además de en la tasa de paro. Ralentizaron y raquitizaron la atención a las personas dependientes. Retiraron ayudas y subvenciones. Becas escolares y transporte público. Lincharon a funcionarios y funcionarias después de desprestigiar los servicios públicos y de privatizar los que eran rentables, como la luz y el agua, y los declararon culpables en un juicio sumarísimo.
Con rostro y manos
No era un cuento. Esa gente a la que caricaturizaron con brazos caídos y ánimo indolente tiene rostro y manos. Son el maestro de tu hijo; la médica que ve crecer a tu hija cada vez que le sube la fiebre y aquella otra que operó a tu padre varias veces; el enfermero que pone el tratamiento de quimioterapia a tu amiga que tan bien evoluciona del cáncer; la veterinaria que sanea el ganado que da leche para la cooperativa; el administrativo que inscribió a tu perro en el censo oficial; la bibliotecaria que custodia y ordena los libros que tanto te hacen reír, viajar y soñar; el barrendero que limpia las calles por las que pisas cada mañana y la conductora del autobús que toma tu sobrina para ir a la Escuela de Idiomas y a las clases de danza. Funcionarios y funcionarias son, al fin y al cabo, quienes gestionan los recibos del IBI, el IVA, el IRPF, el impuesto del coche y hasta las multas que alivian periódicamente las arcas públicas con tu dinero.
Más agua
La idea de que nuestros servicios públicos están por encima de nuestras posibilidades, propagada como las llamas por los bosques este verano, es un cuento postizo. Araceli, la vecina de Villanófar de 90 años que reclama transporte público para los pueblos, no se cree ese cuento. Tampoco se lo cree la mujer que nos emocionó en Quintanilla de Losada alzando la voz por la ESO para La Cabrera. Diréis que son utopía. Y nadie querrá ir a Truchas y menos aún a La Baña, excepto la farmacéutica que hace guardias 24 horas al día 365 días al año por imperativo legal. Pero, ¡ojo!, ya anduvimos buscando la casa de la maestra. Y la del maestro. Hace falta más agua. Pero que no nos anegue.
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Manuel Martínez. PRESIDENTE JUNTA DE PERSONAL de la Junta
«Eliminar la extra a los funcionarios va a ser la puntilla para el comercio»
En León, sólo para la Junta, trabajan 15.700 empleados públicos. En su opinión, no sobran, ni siquiera en la actual situación. Todo lo contrario. Hay que mantener la calidad. Por eso pide que salgan a la calle ante los recortes. «Lo que ha costado 30 años, se está perdiendo consejo a consejo». de ministros».
Manuel Martínez, a las puertas de la Delegación de la Junta en León. norberto
Manuel Martínez Domínguez (León, 1958) es funcionario del Cuerpo Facultativo Superior de la escala sanitaria de veterinarios desde 1985 y presidente de la Junta de Personal de la administración autonómica en León desde mayo de este año, organización que agrupa a los 1.600 funcionarios de la Junta en la provincia, que no son ni docentes ni sanitarios. Los trabajadores, no sólo los funcionarios, están en pie de guerra por los recortes. La eliminación de la extra de Navidad ha sido la gota que ha colmado el vaso.
—¿Son los funcionarios los paganos de la crisis?
—En León hay 15.700 empleados públicos de la Junta, según las últimas elecciones sindicales, entre laborales y funcionarios. En nuestro caso, además de los recortes de la Junta, nos estamos viendo afectados como todos los ciudadanos por otras medidas como el copago, la subida del IVA, el céntimo sanitario... En nuestro caso se unen a ese 5% de reducción del salario en mayo de 2010, que fue ya un punto de inflexión, y la eliminación de la extra de Navidad, que ha sido desmotivadora y que va a ser difícilmente recuperable, además del aumento de la jornada de 35 a 37,5 horas semanales. Sólo la extra de Navidad va a suponer en Castilla y León 200 millones de euros menos y 65 en la provincia.
—Esa pérdida de poder adquisitivo, entre unas cosas y otras, ¿a cuánto asciende en los últimos años según sus cálculos?
—Sólo desde mayo de 2010, a un 20%. Y en los últimos 30 años, llega a un 40%. Hay que tener en cuenta la pérdida de poder adquisitivo con respecto al IPC. Los moscosos, que tanta polémica han traído, se dieron en compensación por la subida del 12% del IPC en el año 1983, que no se pudo compensar en su día.
—¿La Junta ‘castiga’ más a sus funcionarios que otras Administraciones?
-—No más. Es como todas. En nuestro caso, todavía no hemos comenzado a negociar.
—¿Tienen los funcionarios mala prensa?
—Bueno, es verdad que existe un concepto muy atávico, empezando por Larra y acabando por Forges. Ambos han contribuido a ese estereotipo. Pero los ciudadanos deben saber que cuando van a un hospital, el médico y la enfermera que les atienden son funcionarios, y están muy valorados, según las últimas encuestas en sanidad. O los profesores, los bomberos... también son funcionarios públicos. Y casi siempre lo son con gran eficacia.
—En su opinión, ¿son muchos o pocos funcionarios?
—El punto de referencia suele ser Alemania. Tiene 82 millones de habitantes por 46 España y existen 4,5 millones de empleados públicos por 2,5 que tenemos nosotros, con 5,5% empleados públicos por habitante. Estamos en la media; no nos vamos a comparar con Finlandia, donde se llega al 10,6%. Hay una cosa clara: si quieres buenos servicios públicos, tienes que tener buenos empleados públicos. Ser médico en la Cabrera no es lo mismo que en León, y por eso tiene que ir un funcionario público, para garantizar la igualdad de derechos. Otra cosa es la estructura pública, que quizá no ha sabido adaptarse a los tiempos y no tiene la suficiente agilidad. Lo que hay que tratar es de que la Administración se adapte a los servicios que debe prestar. Hay que hacer una reasignación, porque a lo mejor sobran en un servicio y faltan en otro. Por ejemplo, la Consejería de Sanidad y Bienestar Social se llamó así en su día, pero la gestión no se trasladó a la periferia de las provincias.
—Entre casi 16.000 funcionarios de la Junta en León habrá dedo; mucho o poco, pero habrá quien haya entrado con enchufe.
—Todo lo contrario. El 90% de las convocatorias han respetado la capacidad, igualdad, mérito y publicidad que exige la Ley.
—¿Y el otro 10%?
—Hay que tener en cuenta que en estos últimos 30 años también ha habido proceso de integración de otros funcionarios, como el Hospital Psiquiátrico de ‘Santa Isabel’, por poner un ejemplo.
—Volvamos a las protestas. ¿Están sirviendo de algo, al menos para que la Junta, en su caso, se siente a negociar?
—Tienen que ir ganando en intensidad y en participación de los propios funcionarios. Depende de nosotros. Tenemos que recuperar el valor de los servicios públicos. Los ciudadanos, quizá no están siendo muy conscientes, pero lo van a notar cuando se note esa pérdida de calidad. Lo que ha costado 30 años de trabajo se está perdiendo a marchas forzadas, de consejo en consejo de ministros. Insisto: es imprescindible esa conciencia de los ciudadanos. No se nos está haciendo caso: se nos está humillando con tropelías... Por eso tenemos que manifestar nuestra oposición a los recortes.
—¿No cree que los ciudadanos les ven, en cierta medida, más como unos privilegiados, con trabajo fijo y asegurado con la que está cayendo?
—Lo dicen determinados políticos. Se deteriora esa imagen porque estamos en una sociedad con un 25% de desempleo y los jóvenes sin trabajo mientras hay políticos con todo tipo de prebendas, que cobran indemnizaciones escandalosas. No nos importa ser solidarios. Seríamos los primeros, pero no somos los culpables de que se esté empobreciendo el país. La extra de Navidad, esos 60 millones de euros en la provincia, van a ser la puntilla para el comercio, para el pequeño y para el grande que en León casi depende en exclusiva de los funcionarios y los pensionistas, porque carecemos de industria y sólo hay que ver cómo están la minería y la agricultura. En León, en total, hay unos 30.000 empleados públicos. Si les aprietas aún más el cinturón sólo estás generando más desempleo. Si a eso añades empresas señeras como Antibióticos, pues usted me dirá.
—Si esto no cambia, ¿qué se avecina para los funcionarios públicos?
—Despidos de empleados públicos contratados e interinos; reducción de otro 20% del sueldo, reducción del periodo vacacional a 15 días, cobrando el 80% del salario en 2013-14 y el 60% en el 2015, incremento de las contrataciones externas, jornada de mañana y tarde, trabajar los sábados... Estamos convencidos de que hay otras soluciones y alternativas para reducir el déficit público que no pasen por recortes de la función pública.
Sábado, 22 de Septiembre de 2012
El fantasma del rescate amenaza el tinglado de las autonomías
José María Triper
Primero, porque el rescate es un fracaso colectivo de la clase política española y de la imagen del país, pero principalmente es un fracaso del Gobierno, de su política económica, y un fracaso personal del presidente. Y, en segundo lugar, porque todos los gobiernos de los países que lo han solicitado, han dimitido o se han visto obligados a dejarlo.
Pero, con independencia de estas razones, existen otras de supervivencia, que son las que les une a todos, incluidos los nacionalistas. La defensa de sus sueldos, de sus privilegios y de su capacidad de financiarse. Porque nuestros políticos, de toda índole, ideología y condición, se han convertido en una casta a la que le preocupa fundamentalmente su propia supervivencia y mantenerse. Y, saben, porque está escrito, que el rescate obligaría a hacer lo que hasta ahora se han resistido a realizar, una drástica reducción de una estructura del Estado elefantiásica.
Más de 163.000 millones de euros nos costaron las autonomías en 2011, el 15 por ciento del PIB. Un orgía de derroche a la que se suman los más de 8.000 ayuntamientos, el doble que Alemania, las fundaciones locales, regionales y estatales, y hasta un Senado que cada vez sirve para menos y se parece más a ese "lujo constitucional" como le definió Camilo José Cela. Una auténtica locura que en Europa ni entienden, ni están dispuestos a consentir y a financiar.
Y ahí es donde el rescate les va a obligar a recortar. Pero claro, eso les supone perder ingresos, poder, fuentes de financiación personales y de los partidos y mandar a muchos políticos, familiares, amigos y demás Nepotes a apuntarse al paro. Y, eso no lo van a consentir. Que haya 6 millones de españoles en el desempleo, pase; pero que les toque a ellos, eso ni de broma.
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EL RINCÓN
15-S. La calle y el Parlamento
carlos carnicero 16/09/2012
Las calles se quedan pequeñas para acoger el descontento ciudadano. No es mala noticia; la sociedad sigue viva después de una sangría que no acaba.
El remedio es antiguo: mató a mucha gente por exceso de dosis. No hay sangre en la población para tanta hemorragia y el enfermo se rebela.
Mariano Rajoy calla porque está preso del pavor de las elecciones gallegas y vascas. ¿Otra Andalucía en Finisterre?, ¿Oleada soberanista en Euskadi?
O Rajoy calla porque, como casi siempre, no tiene obviedades nuevas que decir. El caso es que el Gobierno está escondido, redactando la destrucción progresiva del estado del bienestar y de la democracia.
Los ultraconservadores camuflados durante tiempo han hecho eclosión. A Gallardón solo le queda la progresión a la pena de muerte y la vigilancia para que todas las mujeres embarazadas sean obligadas a dar a luz. José Ignacio Wert extiende el elitismo como paradigma de la educación controlada. Los ministros redactan sus decretos leyes desde un zulo.
Están escondidos porque la marea está creciendo. Cuando llegue el 21—0 sacarán la guadaña para que la señora Merkel les dé otra palmadita en el hombro. Y volverán al sótano.
Asistir a la manifestación de Madrid debiera haber sido una obligación para conocer el pulso de la calle. La calle también es un santuario de la democracia; sobre todo cuando la política la aplica la realidad —Mariano dixit— y no los representantes.
Pedir un referéndum sería la única forma de legitimar la quiebra del pacto electoral que protagoniza Rajoy. No se puede hacer lo contrario de lo que se prometió y pretender que la gente se quede en casa.
La Democracia está secuestrada por unos representantes que han traicionado a sus representados. Y la vigencia de la calle como expresión ciudadana es, además, la única vía para rescatar la democracia cuando ésta está decomisada.
No me asustan los ciudadanos pacíficos en la calle; me estimula saber que la depresión social tiene tratamiento en la convergencia de la indignación. Solidaridad ciudadana contra el debacle. Ayer fue un día importante.
El remedio es antiguo: mató a mucha gente por exceso de dosis. No hay sangre en la población para tanta hemorragia y el enfermo se rebela.
Mariano Rajoy calla porque está preso del pavor de las elecciones gallegas y vascas. ¿Otra Andalucía en Finisterre?, ¿Oleada soberanista en Euskadi?
O Rajoy calla porque, como casi siempre, no tiene obviedades nuevas que decir. El caso es que el Gobierno está escondido, redactando la destrucción progresiva del estado del bienestar y de la democracia.
Los ultraconservadores camuflados durante tiempo han hecho eclosión. A Gallardón solo le queda la progresión a la pena de muerte y la vigilancia para que todas las mujeres embarazadas sean obligadas a dar a luz. José Ignacio Wert extiende el elitismo como paradigma de la educación controlada. Los ministros redactan sus decretos leyes desde un zulo.
Están escondidos porque la marea está creciendo. Cuando llegue el 21—0 sacarán la guadaña para que la señora Merkel les dé otra palmadita en el hombro. Y volverán al sótano.
Asistir a la manifestación de Madrid debiera haber sido una obligación para conocer el pulso de la calle. La calle también es un santuario de la democracia; sobre todo cuando la política la aplica la realidad —Mariano dixit— y no los representantes.
Pedir un referéndum sería la única forma de legitimar la quiebra del pacto electoral que protagoniza Rajoy. No se puede hacer lo contrario de lo que se prometió y pretender que la gente se quede en casa.
La Democracia está secuestrada por unos representantes que han traicionado a sus representados. Y la vigencia de la calle como expresión ciudadana es, además, la única vía para rescatar la democracia cuando ésta está decomisada.
No me asustan los ciudadanos pacíficos en la calle; me estimula saber que la depresión social tiene tratamiento en la convergencia de la indignación. Solidaridad ciudadana contra el debacle. Ayer fue un día importante.
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Opinión/ Luis Grau Lobo
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miércoles, 5 de septiembre de 2012
Opinión/ Luis Grau Lobo
Función pública
Existe una jerga, acuñada por los azorados timoneles de la crisis, que deposita día tras día en nuestro imaginario cotidiano bombas de relojería mentales que actúan como el suplicio del gota a gota. Entre esos lugares comunes de la sinrazón se encuentra el que estigmatiza a la administración pública, haciéndola depositaria de una parte alícuota de la culpa negra de estos tiempos de culpables anónimos. El funcionario público, según ese estereotipo, no solamente es el tipo vago y escurridizo, asociado al escaqueo y a la indolencia, de la caricatura de Larra, sino que, además, resulta un privilegiado (por su estabilidad laboral, pero también por su salario o su autonomía) y, por añadidura, sobra. O al menos sobra de entre todos ellos un número indeterminado pero creciente, avalado por las cifras que su coste y su descaro nos lanzan a la cara a todos. Y todos los días.
Bien es verdad que, cuando la mayoría de los ciudadanos reflexiona sopesadamente sobre este particular comienza a darse cuenta de que, bajo la etiqueta de funcionario (o de empleado público en general), se encuentra la mayor y mejor atendida parte de nuestros servicios y necesidades esenciales, y empieza a pensar que el discurso interesado de ciertos políticos no se corresponde con la realidad. Como tantas veces. Como casi siempre.
Sin embargo, tan duros ataques por un lado y tan numantinas defensas por otro, puede que encubran un término en el que ambas partes del discurso tengan razón y estén, al mismo tiempo, equivocadas. La administración española ni es tan grande ni está tan superpoblada como se afirma. Al menos en el caso de los empleados públicos que han llegado a ejercer su trabajo mediante el único proceso selectivo que debería asociarse a un trabajador de este tipo, es decir, gracias a un acceso al servicio público abierto, libre, justo y objetivo. Según los principios de mérito, capacidad e igualdad. O sea, quienes lo desean, y, entre ellos, los más preparados. Esta forma de contratar a los empleados públicos fue en su momento un avance extraordinario que acabó con siglos de arbitrariedad y con el despotismo implícito en prebendas, nepotismos y cesantías de muy variada condición.
Sin embargo, la administración pública sí se ha hipertrofiado. Pero lo ha hecho pervertidamente. Empresas, fundaciones, agencias y demás burbujas y chiringuitos adosados han servido durante los últimos años para encauzar numerosísimos recursos en organizaciones alejadas de muchos de los criterios y controles impuestos a la administración. Y precisamente eran los responsables del buen funcionamiento de la administración quienes, con la excusa de que no funcionaba bien, hinchaban estas canonjías destinadas a albergar a numerosos y nuevos “empleados públicos” que no precisamente llegaban allí según aquellos principios selectivos. Ni tampoco se ajustaban a sus estrictos baremos profesionales y salariales.
El número de estos empleados, esto es, de los asalariados de todos, engordaba así sin control, pero ello no significaba un aumento de la eficacia o de la independencia. Antes al contrario, se duplicaron servicios relegando a las instancias antiguas, menos sumisas a la voz del mando, y se favorecieron privanzas y comportamientos similares a los de una parte de la empresa privada, aunque no había sido precisamente esa parte la llamada a imitarse de ella. Por eso cuando uno escucha las insistentes llamadas a adelgazar la administración y mira, desde dentro, su raquitismo y su hidrocefalia, la desolación que se apodera del empleado público que cree en su trabajo y la perpetuación de tales organismos tumorosos en estos tiempos de terapias radicales, sólo puede sospechar que quizás lo que pretende el gobierno de este país es que regresemos al siglo XIX. O sea, a una administración ridícula, timorata, plegada al dictamen del poder y que se ocupe solamente de la parte sancionadora y ruinosa de la función pública. Una especie de irritado e impotente burócrata de manguitos negros tras una ventanilla siempre cerrada. Mientras las necesidades sociales van pasando lenta e inexorablemente al ámbito del negocio privado desde aquel en el que costó tanto incluirlas: el de la función pública.
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Arturo Pérez Reverte, como casi cada domingo, ha utilizado Twitter para comentar la actualidad de la semana. El autor de El capitán Alatriste ha volcado su desacuerdo con las medidas del Ejecutivo y ha vuelto a ser alabado por los usuarios de esa red social.
"La Cultura, la Educación, la Sanidad, las clases altas, medias y bajas, expoliadas. Y el disparate administrativo-político-autonómico, ni tocarlo.
A ver si lo he entendido, señor presidente... Hasta por morirme debo pagar un 21 %... A ver si lo entiendo. Insisto.
Alemania tiene 80 millones de fulanos y 150.000 políticos. España, 47 millones y 445.000 políticos. Sin contar asesores, cómplices y colegas. O en Alemania faltan políticos, o aquí sobran. Si en Alemania faltan, apenas tengo nada que decir. Si en España sobran, tengo algunas preguntas. Señor presidente.
¿Para qué sirven 390 senadores (con la brillantez media y la eficacia política media de un Iñaki Anasagasti, por ejemplo)? Subpregunta: si un concejal de Villacantos del Botijo, por ejemplo, necesita contratar a 15 asesores... ¿Para qué puñetas sirve ese concejal, aparte de para dar de comer a numerosos compadres y parientes?
¿Para qué sirven 1.206 parlamentarios autonómicos y 1.031 diputados provinciales? ¿Sabe usted lo que cobra toda esa gente? ¿Y lo que come? Ese tinglado regional, repartido en diecisiete chiringuitos distintos, duplicados, nos cuesta al año 90.000 millones de euros. Con ahorrar sólo la mitad... Eche usted cuentas, señor presidente. Que yo soy de Letras.
En vista de eso, ¿cómo es posible que el Gobierno de este putiferio de sangüijuelas y sangüijuelos se la endiñe a las familias y no a ellos? Que en vez de sangrar a esa chusma, se le endiñe a la Dependencia, a la Sanidad, a la Educación, a la Cultura, al pequeño comercio? ¿A la gente que de verdad lucha y trabaja, en vez de a esa casta golfa, desvergonzada y manifiestamente incompetente?
A ese negocio autonómico absurdo e insostenible, del que tanta gentuza lleva viviendo holgadamente desde hace más de treinta años. 17 parlamentos, 17 defensores del pueblo, embajadas propias, empresas, instituciones. Negocios casi privados (o sin casi) con dinero público. El único consuelo es que a esa pandilla depredadora la hemos ido votando nosotros. No somos inocentes. Son proyección y criaturas nuestras.
Treinta años engordándolos con nuestra imbecilidad y abulia política. Cuando no con complicidad ciudadana directa: Valencia, Andalucía... Con unos tribunales de Justicia cuando no politizados o venales, a menudo lentos y abúlicos. El golfo, impune. Y el ciudadano, indefenso. Esos políticos de todo signo (hasta sindicalistas, rediós) puestos en cajas de ahorros para favorecer a partidos y amiguetes. Impunes, todos.
Me creeré a un presidente de Gobierno, sea del color que sea, cuando confiese públicamente que este Estado-disparate es insostenible. Cuando alguien diga, señor presidente, mirándonos a los ojos, "voy a luchar por un gran pacto de Estado con la oposición"; "me voy a cargar esta barbaridad, racionalizándola, reduciéndola, controlándola, adecuándola a lo real y necesario"; "voy a desmontarles el negocio a todos los que pueda. Y a los que no pueda, a limitárselo al máximo. A lo imprescindible"; "aquí hay dos autonomías históricas que tendrán algo más de cuartelillo, dentro de un orden. Y el resto, a mamarla a Parla".
"Y el que quiera entrar en política para servir al pueblo, que se lo pague de su bolsillo".
Pero dudo que haga eso, señor presidente. Es tan prisionero de su propia chusma político-autonómica como el PSOE lo es de la suya. Ese toque de jacobinismo es ya imposible. Tiene gracia. No paran de hablar de soberanía respecto a Europa quienes son incapaces de ejercerla en su propio país. Sobre sus políticos. Dicho en corto, señor presidente: no hay cojones. Seguirán pagándolo los mismos, cada vez más, y seguirán disfrutándolo los de siempre. El negocio autonómico beneficia a demasiada gente.
Usted, señor presidente, como la oposición si gobernara, como cualquiera que lo haga en España, seguirá yendo a lo fácil. A cargar a una población triturada, con cinco millones de parados, lo que no se atreven a cargar sobre sus desvergonzados socios y compadres. Seguirá haciéndonos aun más pobres, menos sanos, menos educados. Hasta el ocio para olvidarlo y la cultura para soportarlo serán imposibles.
Así que cuando lo pienso, a veces se me va la olla y me veo deseando una intervención exterior. Que le vayan a frau Merkel con derechos históricos, defensores del pueblo, inmersiones lingüísticas, embajadas y golferías autonómicas. De tanto reírse, le dará un ataque de hipo. De hippen, o como se diga allí.
Lo escribía el poeta Cavafis en Esperando a los bárbaros. Quizá los bárbaros traigan una solución, después de todo. Para esto, que nos invadan los bárbaros de una puta vez. Que todo se vaya al carajo y el Sentido Común reconozca a los suyos. Si quedan.
Recristo. Qué a gusto me he quedado esta tarde, señor presidente. Lola acaba de abrir el bar. Esta noche me emborracho. Como Gardel en el tango. Fiera venganza la del tiempo. Parece un título de Lope de Vega. Un tango adecuado para este pasaje".
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jueves, 16 de agosto de 2012
LAS COSAS CLARAS / Nacho S. Pipaón /
Funcionarios de carrera
En España todo dios quiere vivir del Estado, pero solo unos pocos hipotecaron cinco, seis (o más) años de su vida estudiando una oposición que les asegurase la pecunia a fin de mes el resto de sus días. “¡Qué pringaos!”, debían pensar (y pensaban) quienes multiplicaban por dos (o más) el sueldo de un funcionario de nivel 26 pese a haber cerrado los libros en los extintos 7º u 8º de EGB. “¡Qué pringaos!”, debían pensar (y pensaban) aquellos que llevaban coderas porque eran pijos, y se burlaban de aquellos a los que se las cosían sus madres o abuelas porque jodían los jerseys de estar diez horas diarias sujetando la sesera sobre el escritorio frente a una torre de apuntes que equivalía al temario de cinco licenciaturas.
Entonces pocos veían una afrenta en que los funcionarios tuviesen moscosos –no confundir con mocosos–, días de libre disposición, o cuantas gaitas o gracias disfrutasen a lo largo del año. Pero llegó la crisis, aquellos sueldos desorbitados se esfumaron al mismo ritmo que se dejó de construir, y de quienes nadie se acordaba –los funcionarios– comenzaron a ser la envidia de todo dios, como buen país de envidiosos que es España.
Lo que el Gobierno ha hecho con los funcionarios es un atropello en toda regla, así como solo servirá para estrangular al comercio. Ya no habrá quien pueda gastar libremente en este país.
Con las crisis, además, la gente confundió a los funcionarios de carrera con aquellos hijos, primos, sobrinos o ahijados de políticos y politiquillos tertulianos, que colocaron a dedo a su prole en las administraciones públicas para que tuvieran un porvenir. A todos esos, a la (p...) calle. Con perdón. O sin él.
P.D. Rajoy ha hecho todo lo contrario de lo que prometió en su programa electoral. Si le queda un mínimo de dignidad al líder del PP debería dimitir y convocar elecciones. Di que el resto son igual... o peor.
Entonces pocos veían una afrenta en que los funcionarios tuviesen moscosos –no confundir con mocosos–, días de libre disposición, o cuantas gaitas o gracias disfrutasen a lo largo del año. Pero llegó la crisis, aquellos sueldos desorbitados se esfumaron al mismo ritmo que se dejó de construir, y de quienes nadie se acordaba –los funcionarios– comenzaron a ser la envidia de todo dios, como buen país de envidiosos que es España.
Lo que el Gobierno ha hecho con los funcionarios es un atropello en toda regla, así como solo servirá para estrangular al comercio. Ya no habrá quien pueda gastar libremente en este país.
Con las crisis, además, la gente confundió a los funcionarios de carrera con aquellos hijos, primos, sobrinos o ahijados de políticos y politiquillos tertulianos, que colocaron a dedo a su prole en las administraciones públicas para que tuvieran un porvenir. A todos esos, a la (p...) calle. Con perdón. O sin él.
P.D. Rajoy ha hecho todo lo contrario de lo que prometió en su programa electoral. Si le queda un mínimo de dignidad al líder del PP debería dimitir y convocar elecciones. Di que el resto son igual... o peor.
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El catedrático de Derecho Constitucional de la Universidad de Oviedo, Francisco J. Bastida, aborda en un artículo la estigmatización que están sufriendo los funcionarios al ser presentados como culpables en vez de víctimas de la crisis económica que afecta a nuestro país.
Los funcionarios, víctimas selectivas ante la crisis económica
Oviedo, 7 de junio de 2012 (medicosypacientes.com)
Con el funcionariado está sucediendo lo mismo que con la crisis económica. Las víctimas son presentadas como culpables y los auténticos culpables se valen de su poder para desviar responsabilidades, metiéndoles mano al bolsillo y al horario laboral de quienes inútilmente proclaman su inocencia. Aquí, con el agravante de que al ser unas víctimas selectivas, personas que trabajan para la Administración pública, el resto de la sociedad también las pone en el punto de mira, como parte de la deuda que se le ha venido encima y no como una parte más de quienes sufren la crisis. La bajada salarial y el incremento de jornada de los funcionarios se aplaude de manera inmisericorde, con la satisfecha sonrisa de los gobernantes por ver ratificada su decisión.
Detrás de todo ello hay una ignorancia supina del origen del funcionariado. Se envidia de su status -y por eso se critica- la estabilidad que ofrece en el empleo, lo cual en tiempos de paro y de precariedad laboral es comprensible; pero esta permanencia tiene su razón de ser en la garantía de independencia de la Administración respecto de quien gobierne en cada momento; una garantía que es clave en el Estado de derecho. En coherencia, se establece constitucionalmente la igualdad de acceso a la función pública, conforme al mérito y a la capacidad de los concursantes. La expresión de ganar una plaza «en propiedad» responde a la idea de que al funcionario no se le puede «expropiar» o privar de su empleo público, sino en los casos legalmente previstos y nunca por capricho del político de turno. Cierto que no pocos funcionarios consideran esa «propiedad» en términos patrimoniales y no funcionales y se apoyan en ella para un escaso rendimiento laboral, a veces con el beneplácito sindical; pero esto es corregible mediante la inspección, sin tener que alterar aquella garantía del Estado de derecho.
Los que más contribuyen al desprecio de la profesionalidad del funcionariado son los políticos cuando acceden al poder. Están tan acostumbrados a medrar en el partido a base de lealtades y sumisiones personales, que cuando llegan a gobernar no se fían de los funcionarios que se encuentran. Con frecuencia los ven como un obstáculo a sus decisiones, como burócratas que ponen objeciones y controles legales a quienes piensan que no deberían tener límites por ser representantes de la soberanía popular. En caso de conflicto, la lealtad del funcionario a la ley y a su función pública llega a interpretarse por el gobernante como una deslealtad personal hacia él e incluso como una oculta estrategia al servicio de la oposición. Para evitar tal escollo han surgido, cada vez en mayor número, los cargos de confianza al margen de la Administración y de sus tablas salariales; también se ha provocado una hipertrofia de cargos de libre designación entre funcionarios, lo que ha suscitado entre éstos un interés en alinearse políticamente para acceder a puestos relevantes, que luego tendrán como premio una consolidación del complemento salarial de alto cargo. El deseo de crear un funcionariado afín ha conducido a la intromisión directa o indirecta de los gobernantes en procesos de selección de funcionarios, influyendo en la convocatoria de plazas, la definición de sus perfiles y temarios e incluso en la composición de los tribunales. Este modo clientelar de entender la Administración, en sí mismo una corrupción, tiene mucho que ver con la corrupción económico-política conocida y con el fallo en los controles para atajarla.
Estos gobernantes de todos los colores políticos, pero sobre todo los que se tildan de liberales, son los que, tras la perversión causada por ellos mismos en la función pública, arremeten contra la tropa funcionarial, sea personal sanitario, docente o puramente administrativo. Si la crisis es general, no es comprensible que se rebaje el sueldo sólo a los funcionarios y, si lo que se quiere es gravar a los que tienen un empleo, debería ser una medida general para todos los que perciben rentas por el trabajo sean de fuente pública o privada. Con todo, lo más sangrante no es el recorte económico en el salario del funcionario, sino el insulto personal a su dignidad. Pretender que trabaje media hora más al día no resuelve ningún problema básico ni ahorra puestos de trabajo, pero sirve para señalarle como persona poco productiva. Reducir los llamados «moscosos» o días de libre disposición -que nacieron en parte como un complemento salarial en especie ante la pérdida de poder adquisitivo- no alivia en nada a la Administración, ya que jamás se ha contratado a una persona para sustituir a quien disfruta de esos días, pues se reparte el trabajo entre los compañeros. La medida sólo sirve para crispar y desmotivar a un personal que, además de ver cómo se le rebaja su sueldo, tiene que soportar que los gobernantes lo estigmaticen como una carga para salir de la crisis. Pura demagogia para dividir a los paganos.
En contraste, los políticos en el poder no renuncian a sus asesores ni a ninguno de sus generosos y múltiples emolumentos y prebendas, que en la mayoría de los casos jamás tendrían ni en la Administración ni en la empresa privada si sólo se valorasen su mérito y capacidad. Y lo grave es que no hay propósito de enmienda. No se engañen, la crisis no ha corregido los malos hábitos; todo lo más, los ha frenado por falta de financiación o, simplemente, ha forzado a practicarlos de manera más discreta.
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Antonio Muñoz Molina
Escrito en un instante (http://antoniomuñozmolina.es/2011/05/hora-de-despertar/)
Hora de despertar
may
20
2011
Por un azar de la vida me encontré en la Expo de Sevilla en 1992 la noche de su clausura: en una terraza de no sé qué pabellón, entre una multitud de políticos y prebostes de diversa índole que comían gratis jamón de pata negra mientras estallaban en el horizonte los fuegos artificiales de la clausura. Era un símbolo tan demasiado evidente que ni siquiera servía para hacer literatura. Era la época de los grandes acontecimientos y no de los pequeños logros diarios, del despliegue obsceno de lujo y no de administración austera y rigurosa, de entusiasmo obligatorio. Llevar la contraria te convertía en algo peor que un reaccionario: en un malasombra. En esos años yo escribía una columna semanal en El País de Andalucía, cuando lo dirigía mi querida Soledad Gallego, a quien tuve la alegría grande de encontrar en Buenos Aires la semana pasada. Escribía denunciando el folklorismo obligatorio, el narcisismo de la identidad, el abandono de la enseñanza pública, el disparate de un televisión pagada con el dinero de todos en la que aparecían con frecuencia adivinos y brujas, la manía de los grandes gestos, las inauguraciones, las conmemoraciones, el despilfarro en lo superfluo y la mezquindad en lo necesario. Recuerdo un artículo en el que ironizaba sobre un curso de espíritu rociero para maestros que organizó ese año la Junta de Andalucía: hubo quien escribió al periódico llamándome traidor a mi tierra; hubo una carta colectiva de no sé cuantos ofendidos por mi artículo, entre ellos, por cierto, un obispo. Recuerdo un concejal que me acusaba de “criminalizar a los jóvenes” por sugerir que tal vez el fomento del alcoholismo colectivo no debiera estar entre las prioridades de una institución pública, después de una fiesta de la Cruz en Granada que duró más de una semana y que dejó media ciudad anegada en basuras.
El orgullo vacuo del ser ha dejado en segundo plano la dificultad y la satisfacción del hacer. Es algo que viene de antiguo, concretamente de la época de la Contrarreforma, cuando lo importante en la España inquisitorial consistía en mostrar que se era algo, a machamartillo, sin mezcla, sin sombra de duda; mostrar, sobre todo, que no se era: que no se era judío, o morisco, o hereje. Que esa obcecación en la pureza de sangre convertida en identidad colectiva haya sido la base de una gran parte de los discursos políticos ha sido para mí una de las grandes sorpresas de la democracia en España. Ser andaluz, ser vasco, ser canario, ser de donde sea, ser lo que sea, de nacimiento, para siempre, sin fisuras: ser de izquierdas, ser de derechas, ser católico, ser del Madrid, ser gay, ser de la cofradía de la Macarena, ser machote, ser joven. La omipresencia del ser cortocircuita de antemano cualquier debate: me critiacan no porque soy corrupto, sino porque soy valenciano; si dices algo en contra de mí no es porque tengas argumentos, sino porque eres de izquierdas, o porque eres de derechas, o porque eres de fuera; quien denuncia el maltrato de un animal en una fiesta bárbara está ofendiendo a los extremeños, o a los de Zamora,o de donde sea; si te parece mal que el gobierno de Galicia gaste no sé cuántos miles de millones de euros en un edificio faraónico es que eres un rojo; si te escandalizas de que España gaste más de 20 millones de euros en la célebre cúpula de Barceló en Ginebra es que eres de derechas, o que estás en contra del arte moderno; si te alarman los informes reiterados sobre el fracaso escolar en España es que tiene nostalgia de la educación franquista.
He visto a alcaldes y a autoridades autonómicas españolas de todos los colores tirar cantidades inmensas de dinero público viniendo a Nueva York en presuntos viajes promocionales que solo tienen eco en los informativos de sus comarcas, municipios o comunidades respectivas, ya que en el séquito suelen o solían venir periodistas, jefes de prensa, hasta sindicalistas. Los he visto alquilar uno de los salones más caros del Waldorf Astoria para “presentar” un premio de poesía. Presentar no se sabe a quién, porque entre el público solo estaban ellos, sus familiares más próximos y unos cuantos españoles de los que viven aquí. Cuando era director del Cervantes el jefe de protocolo de un jerarca autonómico me llamó para exigirme que saliera a recibir a su señoría a la puerta del edificio cuando él llegara en el coche oficial. Preferí esperarlo en el patio, que se estaba más fresco. Entró rodeado por un séquito que atascaba los pasillos del centro y cuando yo empezaba a explicarle algo tuvo a bien ponerse a hablar por el móvil y dejarnos a todos, al séquito y a mí, esperando durante varios minutos. “Era Plácido”, dijo, “que viene a sumarse a nuestro proyecto”. El proyecto en cuestión calculo que tardará un siglo en terminar de pagarse.
Lo que yo me preguntaba, y lo que preguntaba cada vez que veía a un economista, era cómo un país de mediana importancia podía permitirse tantos lujos. Y me preguntaba y me pregunto por qué la ciudadanía ha aceptado con tanta indiferencia tantos abusos, durante tanto tiempo. Por eso creo que el despertar forzoso al que parece que al fin estamos llegando ha de tener una parte de rebeldía práctica y otra de autocrítica. Rebeldía práctica para ponernos de acuerdo en hacer juntos un cierto número de cosas y no solo para enfatizar lo que ya somos, o lo que nos han dicho o imaginamos que somos: que haya listas abiertas y limitación de mandatos, que la administración sea austera, profesional y transparente, que se prescinda de lo superfluo para salvar lo imprescindible en los tiempos que vienen, que se debata con claridad el modelo educativo y el modelo productivo que nuestro país necesita para ser viable y para ser justo, que las mejoras graduales y en profundidad surgidas del consenso democrático estén siempre por encima de los gestos enfáticos, de los centenarios y los monumentos firmados por vedettes internacionales de la arquitectura.
Y autocrítica, insisto, para no ceder más al halago, para reflexionar sobre lo que cada uno puede hacer en su propio ámbito y quizás no hace con el empeño con que debiera: el profesor enseñar, el estudiante estudiar haciéndose responsable del privilegio que es la educación pública, el tan solo un poco enfermo no presentarse en urgencias, el periodista comprobando un dato o un nombre por segunda vez antes de escribirlos, el padre o la madre responsabilizándose de los buenos modales de su hijo, cada uno a lo suyo, en lo suyo, por fin ciudadanos y adultos, no adolescentes perpetuos, entre el letargo y la queja, miembros de una comunidad política sólida y abierta y no de una tribu ancestral: ciudadanos justos y benéficos, como decía tan cándidamente, tan conmovedoramente, la Constitución de 1812, trabajadores de todas clases, como decía la de 1931.
Lo más raro es que el espejismo haya durado tanto.